Estamos ante uno de los autores fundamentales para entender el arte de la apropiación. Artista plástico, visual, sonoro y performer, en su obra refleja como todo sonido y toda imagen puede ser susceptible de ser reutilizada en una pieza artística.
Sus obras, pese a estar muy vinculadas a la tradición duchampiana del ready made y al conceptualismo Fluxus, lo que realmente las define es la actitud punk que rebosan. Ruido y subversión como elementos esenciales en su trabajo.
De todas estas disciplinas en las que Marclay se mueve voy a centrar este texto en su trabajo dentro del reciclaje audiovisual, práctica en la que ha desarrollado gran parte de su obra a partir de la década de los 90.
Consciente de que la vida diaria está cada vez más mediatizada por el consumo de imágenes, ha centrado la mayor parte de su producción reciente en la apropiación de material preexistente, en su mayor parte proveniente del cine de Hollywood, el cual recontextualiza en nuevas obras reformulando su significado de forma crítica y cuestionando así el estatus de la imagen de masas.
Por otro lado trabajando a partir de este material de gran popularidad y por tanto conocido por la mayor parte de los espectadores apela al inconsciente colectivo, provocando un sutil placer en aquellos que reconocen la imagen reutilizada, a la vez que propone una reflexión sobre el material ya que la inocencia de descubrir por primera vez una imagen ha desaparecido.
Empezaré por el final, recientemente, en la LIV edición de la Bienal de Venecia se le otorgó el León de oro al mejor artista por The clock (2010). Un prodigio del montaje audiovisual centrado en la percepción humana del tiempo. La obra consiste en una película de 24 horas que se proyecta de forma ininterrumpida. Realizada íntegramente con material apropiado está compuesta por cientos de fragmentos de películas de todo género, época y nacionalidad en los cuales siempre se hace mención de forma lineal a la hora del día de tal forma que la proyección se sincroniza con la hora local del lugar donde se esté realizando ese pase. Así por ejemplo si estás viendo la proyección cuando son las 16:32h, en pantalla verás a Matthew Broderick, en una secuencia de la película Election, (Alexander Payne, 1999) en la cual mientras habla por teléfono, mira su reloj y confirma que son las 16:32.
The clock, es la obra culminante de una larga trayectoria dentro del found footage que comenzara allá por el año 95 con Telephones. El teléfono había sido siempre un elemento fundamental en la iconografía de Marclay, utilizado en instalaciones y esculturas, como metáfora de la comunicación o más bien de la incomunicación de la sociedad actual. Ejemplos encontramos varios desde Untitled, obra de 1989 en la que deconstruye un teléfono invirtiendo el auricular del mismo, con lo que escucha y habla se hacen imposibles de realizar a la vez, hasta Cage (1993) que presenta un teléfono enjaulado. Con Telephones, dio un paso más y presenta collage telefónico, en el que a partir de la yuxtaposición de decenas de extractos de películas, se va desarrollando todo el proceso de una gran llamada. Este proceso se presenta fragmentado, produciendo una sensación de frustración en el espectador, que no puede ver satisfecho el deseo de ver completas las conversaciones.
Tres años después, en 1998, presentó Up and out, obra en la que se apropia, íntegramente, de la imagen de la película Blow up, de Michelangelo Antonioni, sustituyendo su banda de sonido por la de la película Blow out, de Brian de Palma, consiguiendo así una disociación entre ambos niveles de percepción, una confrontación entre lo visual y lo sonoro que produce cierto desasosiego ya que el espectador nunca está seguro de lo que está pasando.
Tras estas dos primeras obras monocanales, Marclay empieza a concebir sus piezas de found footage en formato de video instalación. En 2002, realizó Vídeo Quartet, un concierto audiovisual para cuatro pantallas, en el que a través de un minucioso montaje de imágenes y sonidos compone una exuberante sinfonía, llena de infinitas asociaciones, por la que desfilan innumerables personajes de la historia del cine, interpretando música: de Harpo Marx y su arpa a Denis Quaid tocando el piano en Great Balls of Fire! (Jim McBride, 1989) pasando por Dick, hombre orquesta, Van Dyke, en Mary Poppins (Robert Stevenson. 1964)
Termino este recorrido por las obras de found footage audiovisual de Christian Marclay con Crossfire, realizada en 2007. Concebida a manera de cuadrilátero, el espectador que se sumerge en la instalación queda, totalmente, rodeado por las 4 pantallas que forman la obra. Pantallas que proyectan una incesante colección de policías, vaqueros, gángsters y villanos apuntando, directamente, a tu cabeza sin descanso. El resultado es por momentos sobrecogedor ya que la presencia de las armas se refuerza por el martilleo atronador de los disparos, ráfagas de luz y sonido que percuten contra nuestros sentidos. Tras este primer momento tan sensorial que supone adentrarse en Crossfire, subyace una lectura crítica a la sociedad contemporánea, fundamentalmente a la norteamericana, fascinada por las armas y la violencia gratuita.
El trabajo dentro del apropiacionismo que viene desarrollando Marclay durante la mayor parte de su carrera artística, se ha dado también en otras disciplinas, arte sonoro, collage o performance. En este último campo, ideó en 2005, Screenplay una partitura visual, formada por un montaje de imágenes apropiadas y animación digital, que actúa como un collage silencioso para ser musicado en directo. En palabras del propio Christian Marclay el proyecto se basa en usar “el poder que tienen las imágenes para evocar sonidos”. Varios fueron los músico que colaboraron en esta obra, la formación fue mutando en función de cada actuación, algunos de los que participaron del proyecto: Elliott Sharp, Wu Na, Bruce Gremo, Zeena Parkins, Ikue Mori, o Yan Jun and Top Floor Circus.
Con la obra de Christian Marclay el lema “Hacer es rehacer” está más vigente que nunca.
Enrique Piñuel
2 comentarios:
Yo descubrí Vídeo Quartet de casualidad en la Tate hace años y me quedé prendada, allí sentada toda la tarde viéndolo una y otra vez...
La verdad es que es espectacular la obra de Video Quartet. Yo la pude ver en la exposición que le dedicaron a Marclay en el DA2 y también quedé maravillado.
Muchas gracias por tu comentario.
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