Por una vez, no discuto la concha de oro con el jurado. Mil años de oración es la mejor película presentada este año en sección oficial de la 55 edición del Festival de cine de San Sebastián.
Una historia sencilla y minimalista que recuerda los mejores momentos de una de las primeras películas de su director, Smoke (1995). Wayne Wang co-dirigió hace ya 12 años esta película con el escritor Paul Auster. Repitieron 1 año después con, Blue in the face y parece que poco después dejaron de hablarse.
El marco del festival de San Sebastián les ha servido para volver a juntarse, ¡oh que bonito el abrazo conciliador entre los dos en la gala de clausura!! En fin que aunque el presidente del jurado fuera su amigo, Paul Auster, el director chino-americano se merecía el premio y su actor protagonista, el veterano, Henry O también.
No todas las películas, cuentan con súper héroes, grandes estrellas y grandes escenarios. Mil años de oración se apoya en la rutina de la vida diaria de sus dos protagonistas.
Henry O es Mr. Shi, un científico jubilado que se ha quedado viudoy viaja hasta los EEUU para pasar una temporada con su única hija, Yilan (la actriz, Faye Yu) que acaba de divorciarse.
Lucha generacional inevitable no sólo entre un padre y una hija sino entre dos culturas y dos formas de vida tan diferentes como la oriental y la occidental. La primera secuencia, en la que observamos la fría bienvenida que Yilan da a su padre y el camino recorrido hasta llegar a casa nos dan una idea de la distante relación que han mantenido durante los últimos años. Ella es una treinteañera que “vive para trabajar” sin cuestionarse demasiado si es feliz o no. El padre, se nos descubre como un tipo amable y simpático por lo que en seguida empatizamos con él y nos preguntamos porque esa hija no planea hacer nada con su anciano padre.
Desconcertado, en un nuevo país y sin el apoyo de Yilan, Mr. Shi sale a descubrir todo un mundo nuevo para él. Su limitado inglés nos dará algunos de los momentos más brillantes y divertidos de la película.
Lo mejor, sus encuentros con una mujer iraní que solo habla farsi y con la que entabla una bonita amistad. Esos planos secuencia que protagonizan en el parque, recuerdan las mejores composiciones del maestro Ozu o de nuestro querido Jim Jarmusch sin ir más lejos.
A veces, no hablar el mismo idioma no quiere decir que dos personas no puedan entenderse y este ejemplo contrasta con la poca comunicación que tiene en casa con su hija, cuando se sientan cada noche a cenar. Sus mínimas conversaciones resultan forzadas y se convierten en nulas cuando él le pregunta sobre su vida sentimental.
Aquí, al lío de lenguas, se le une el idioma ruso ya que la chica está saliendo con un de hombre de ese país.
El momento más delirante de esa mezcolanza de idiomas, se da cuando Mr. Shi le explica a su amiga iraní, la señora, Madam, que “el comunismo no es malo, al contrario, es que cayó en malas manos”. Como anécdota curiosa, contaros que esa frase ha siso cortada del montaje final en los EEUU.
Momentos divertidos, sí pero también la película cuenta con partes muy duras y secuencias tensas, la más es la que hacia el final, protagonizan en una discursión padre e hija. Yilan, grita a su padre que si no habla más con él es porque en chino, nunca la enseñaron a expresar sus sentimientos por eso prefiere comunicarse en inglés.
En su idioma adquirido, ella, se siente libre, de la misma manera en que se siente libre en todas las otras facetas de su vida sin necesidad de dar explicaciones a nadie, ni siquiera a su padre al que hacia 12 años que no veía. Es durante ese momento de contar las verdades cuando se airean asuntos del pasado de esa familia un tanto desagradables, sirviendo así de contraste al buen tono que había mantenido hasta ese instante, la película.
Enfrentado, tanto a la desaparición de su amiga Madam, a la que recluyen en un asilo, como a las diferencias con su hija, a las que no estaba preparado, el Señor Shi decide volver a China, llegando a comprender más o menos las cosas, tal y como son.
Una historia sencilla y minimalista que recuerda los mejores momentos de una de las primeras películas de su director, Smoke (1995). Wayne Wang co-dirigió hace ya 12 años esta película con el escritor Paul Auster. Repitieron 1 año después con, Blue in the face y parece que poco después dejaron de hablarse.
El marco del festival de San Sebastián les ha servido para volver a juntarse, ¡oh que bonito el abrazo conciliador entre los dos en la gala de clausura!! En fin que aunque el presidente del jurado fuera su amigo, Paul Auster, el director chino-americano se merecía el premio y su actor protagonista, el veterano, Henry O también.
No todas las películas, cuentan con súper héroes, grandes estrellas y grandes escenarios. Mil años de oración se apoya en la rutina de la vida diaria de sus dos protagonistas.
Henry O es Mr. Shi, un científico jubilado que se ha quedado viudoy viaja hasta los EEUU para pasar una temporada con su única hija, Yilan (la actriz, Faye Yu) que acaba de divorciarse.
Lucha generacional inevitable no sólo entre un padre y una hija sino entre dos culturas y dos formas de vida tan diferentes como la oriental y la occidental. La primera secuencia, en la que observamos la fría bienvenida que Yilan da a su padre y el camino recorrido hasta llegar a casa nos dan una idea de la distante relación que han mantenido durante los últimos años. Ella es una treinteañera que “vive para trabajar” sin cuestionarse demasiado si es feliz o no. El padre, se nos descubre como un tipo amable y simpático por lo que en seguida empatizamos con él y nos preguntamos porque esa hija no planea hacer nada con su anciano padre.
Desconcertado, en un nuevo país y sin el apoyo de Yilan, Mr. Shi sale a descubrir todo un mundo nuevo para él. Su limitado inglés nos dará algunos de los momentos más brillantes y divertidos de la película.
Lo mejor, sus encuentros con una mujer iraní que solo habla farsi y con la que entabla una bonita amistad. Esos planos secuencia que protagonizan en el parque, recuerdan las mejores composiciones del maestro Ozu o de nuestro querido Jim Jarmusch sin ir más lejos.
A veces, no hablar el mismo idioma no quiere decir que dos personas no puedan entenderse y este ejemplo contrasta con la poca comunicación que tiene en casa con su hija, cuando se sientan cada noche a cenar. Sus mínimas conversaciones resultan forzadas y se convierten en nulas cuando él le pregunta sobre su vida sentimental.
Aquí, al lío de lenguas, se le une el idioma ruso ya que la chica está saliendo con un de hombre de ese país.
El momento más delirante de esa mezcolanza de idiomas, se da cuando Mr. Shi le explica a su amiga iraní, la señora, Madam, que “el comunismo no es malo, al contrario, es que cayó en malas manos”. Como anécdota curiosa, contaros que esa frase ha siso cortada del montaje final en los EEUU.
Momentos divertidos, sí pero también la película cuenta con partes muy duras y secuencias tensas, la más es la que hacia el final, protagonizan en una discursión padre e hija. Yilan, grita a su padre que si no habla más con él es porque en chino, nunca la enseñaron a expresar sus sentimientos por eso prefiere comunicarse en inglés.
En su idioma adquirido, ella, se siente libre, de la misma manera en que se siente libre en todas las otras facetas de su vida sin necesidad de dar explicaciones a nadie, ni siquiera a su padre al que hacia 12 años que no veía. Es durante ese momento de contar las verdades cuando se airean asuntos del pasado de esa familia un tanto desagradables, sirviendo así de contraste al buen tono que había mantenido hasta ese instante, la película.
Enfrentado, tanto a la desaparición de su amiga Madam, a la que recluyen en un asilo, como a las diferencias con su hija, a las que no estaba preparado, el Señor Shi decide volver a China, llegando a comprender más o menos las cosas, tal y como son.
No hay comentarios:
Publicar un comentario