Paul Auster, estrella indiscutible este año en la 55 edición del Festival de cine de San Sebastián, presidente del jurado y director semi-novel (este es su segundo largometraje en solitario) presentando fuera de concurso, La vida interior de Martin Frost. Una película que no es realmente una película sino un panfleto literario ni siquiera apto para los fans más incondicionales del escritor newyorkino. Así de dura empiezo esta critica pero es que me supuso un chasco total y a nadie le gusta que le tomen el pelo.
Era muy curioso ver a todo el mundo con un libro de Paul Auster bajo el brazo intentado cruzarse con la estrella americana por el Kursaal para que se lo dedicara y es que por aquí parece que todos leen-leemos a Paul. Un escritor famoso y guapo que como cualquier actor americano, nunca se desprende de sus gafas oscuras, ni siquiera para acudir a las rueda de prensa matinales. Martin Frost, es algo así como el alter ego del propio Auster, un reconocido escritor que ha sido protagonista de varios de sus relatos, el mejor: El libro de las ilusiones, una novela que a mí me encanta.
Lástima que Mr. Auster no entienda que escribir no es lo mismo que dirigir y que se puede hacer bien, incluso muy bien lo primero y mal, incluso fatal lo segundo.Martin Frost, en pantalla grande, está interpretado por el actor británico David Thewlis.
Martin acaba de terminar su última novela y está agotado mentalmente. Decide pasar entonces dos semanas de vacaciones en la casa de campo de unos amigos al sur de Portugal solo, sin hacer absolutamente nada.
Pero eso no va a ser posible porque su cabecita efervescente pronto querrá volver a escribir un nuevo relato inspirándose en la naturaleza y sensualidad que desprende el lugar.La historia de Martin Frost confunde en todo momento, realidad y ficción penetrando de lleno en el universo mágico de de las musas y de la capacidad de inspiración con la que cuenta todo artista al encontrarse con uno de esos seres maravillosos.
La musa de Martin, toma forma de mujer, de estudiante de filosofía francesa, se llama Claire (Irene Jacob) y Martin fascinado por ella desde el principio se apasiona creyendo haber encontrado no solo a su musa sino también a la mujer que desea amar para el resto de su vida. La imaginación de Martin se desborda, la del espectador también, cuestionándose en todo momento, si Claire es real, es solo una imaginación del artista o incluso un fantasma habitante de la mansión.
Pero en este particular universo creado por la mente de Paul/Martin hay cabida para más musas, musas más jóvenes y que todavía no han encontrado su verdadero camino, es decir a un artista con el que realmente fusionarse.
La musa perdida y todavía inexperta aparece en la segunda parte de esta historia y se queda finalmente como lo único destacable de toda la película. Ella es Anna a la que da vida, la joven y guapísima hija de Paul Auster, Sophie Auster en su debut como actriz, ya la conocíamos como modelo y cantante. Anna, aparece como una joven salvaje que sucia y cabizbaja solo abre la boca para cantar, como un ángel. Anna, se sucede como la musa equivocada de un aspirante a escritor de culebrones que trabaja en el mantenimiento de la casa en la que Martín está alojado.
Anna y Jim Fortunato (el actor italoamericano Michael Imperioli) protagonizan las mejores secuencias de la película, las más divertidas y menos pretenciosas. Anna y Jim, sirven de contrapunto sencillo y simpático a la pedante pareja protagonista.
Uno de los errores más grandes de Martis Frost recae justamente en la elección de esa pareja protagonista formada por David Thewlis e Irene Jacob. Son unos sosos, no entendí nada de sus interpretaciones y me resultó raro ya que estos dos actores eran de mis preferidos hace unos años aunque es cierto que hacia mucho tiempo que nos los veía en cine.
Recuerdo a David Thewlis, impresionante, como de un nuevo Fernando Fernán Gómez se tratase en películas como, Naked de Mike Leigh y a la guapa Irene Jacob en la inolvidable película de Krzysztof Kieslowski, La doble vida de Verónica. Que pena, porque con esa mala dirección que les da Paul Auster y quizás ellos que tampoco están en su mejor momento en fin, que no queda nada de esos buenos actores y que la película es un capricho así que no vayan a verla cuando se estrene aunque les guste como escribe Paul.
Era muy curioso ver a todo el mundo con un libro de Paul Auster bajo el brazo intentado cruzarse con la estrella americana por el Kursaal para que se lo dedicara y es que por aquí parece que todos leen-leemos a Paul. Un escritor famoso y guapo que como cualquier actor americano, nunca se desprende de sus gafas oscuras, ni siquiera para acudir a las rueda de prensa matinales. Martin Frost, es algo así como el alter ego del propio Auster, un reconocido escritor que ha sido protagonista de varios de sus relatos, el mejor: El libro de las ilusiones, una novela que a mí me encanta.
Lástima que Mr. Auster no entienda que escribir no es lo mismo que dirigir y que se puede hacer bien, incluso muy bien lo primero y mal, incluso fatal lo segundo.Martin Frost, en pantalla grande, está interpretado por el actor británico David Thewlis.
Martin acaba de terminar su última novela y está agotado mentalmente. Decide pasar entonces dos semanas de vacaciones en la casa de campo de unos amigos al sur de Portugal solo, sin hacer absolutamente nada.
Pero eso no va a ser posible porque su cabecita efervescente pronto querrá volver a escribir un nuevo relato inspirándose en la naturaleza y sensualidad que desprende el lugar.La historia de Martin Frost confunde en todo momento, realidad y ficción penetrando de lleno en el universo mágico de de las musas y de la capacidad de inspiración con la que cuenta todo artista al encontrarse con uno de esos seres maravillosos.
La musa de Martin, toma forma de mujer, de estudiante de filosofía francesa, se llama Claire (Irene Jacob) y Martin fascinado por ella desde el principio se apasiona creyendo haber encontrado no solo a su musa sino también a la mujer que desea amar para el resto de su vida. La imaginación de Martin se desborda, la del espectador también, cuestionándose en todo momento, si Claire es real, es solo una imaginación del artista o incluso un fantasma habitante de la mansión.
Pero en este particular universo creado por la mente de Paul/Martin hay cabida para más musas, musas más jóvenes y que todavía no han encontrado su verdadero camino, es decir a un artista con el que realmente fusionarse.
La musa perdida y todavía inexperta aparece en la segunda parte de esta historia y se queda finalmente como lo único destacable de toda la película. Ella es Anna a la que da vida, la joven y guapísima hija de Paul Auster, Sophie Auster en su debut como actriz, ya la conocíamos como modelo y cantante. Anna, aparece como una joven salvaje que sucia y cabizbaja solo abre la boca para cantar, como un ángel. Anna, se sucede como la musa equivocada de un aspirante a escritor de culebrones que trabaja en el mantenimiento de la casa en la que Martín está alojado.
Anna y Jim Fortunato (el actor italoamericano Michael Imperioli) protagonizan las mejores secuencias de la película, las más divertidas y menos pretenciosas. Anna y Jim, sirven de contrapunto sencillo y simpático a la pedante pareja protagonista.
Uno de los errores más grandes de Martis Frost recae justamente en la elección de esa pareja protagonista formada por David Thewlis e Irene Jacob. Son unos sosos, no entendí nada de sus interpretaciones y me resultó raro ya que estos dos actores eran de mis preferidos hace unos años aunque es cierto que hacia mucho tiempo que nos los veía en cine.
Recuerdo a David Thewlis, impresionante, como de un nuevo Fernando Fernán Gómez se tratase en películas como, Naked de Mike Leigh y a la guapa Irene Jacob en la inolvidable película de Krzysztof Kieslowski, La doble vida de Verónica. Que pena, porque con esa mala dirección que les da Paul Auster y quizás ellos que tampoco están en su mejor momento en fin, que no queda nada de esos buenos actores y que la película es un capricho así que no vayan a verla cuando se estrene aunque les guste como escribe Paul.
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