En su tercer cumpleaños a OsKarcito le regalan un tambor de hojalata y a partir de ese momento, el niño no se separará nunca más de él. Ese mismo día decide tomar una importante decisión tras valorar el terrible mundo adulto que contempla a su alrededor: “dejar de crecer”. Oskar no es un niño normal, él piensa y toma decisiones desde antes de su nacimiento y será su voz en off la que nos cuente desde el vientre materno, este cuento cruel que sin duda ha servido de inspiración a otras películas como Léolo de Jean Claude-Lauzon (1992).
Resulta difícil escribir una crítica sobre una obra maestra de la que se ha dicho si no todo, casi todo desde su estreno en Cannes en 1979, año en el que se llevó la Palma de oro a la mejor película y unos meses después el Oscar.
La película comienza con una secuencia increíble llena de fantasía pero también de crítica social hacia el momento histórico que se estaba viviendo en los albores de la 1ª Guerra Mundial; “la concepción de Agnes, la madre de Oskar”. Ana Bronski, la abuela de Oskar, era una joven y ruda campesina en un campo de patatas de tierra cachuba (Polonia).
Mientras tomaba un descanso para merendar conoció al pequeño pero fornido José Koljaiczek, quien escapaba de la policía y se salvó de ser capturado escondiéndose debajo de las faldas de Ana, las 4 faldas, con la que más tarde contrajo matrimonio. A Kokjaiczek lo perseguían por incendiario y debido a esto debió cambiar su nombre por José Wranka, nombre bajo el que vivió intachablemente desempeñándose como balsero y siendo excelente padre de familia hasta que tuvo un desenlace fatal al descubrirse su verdadera identidad. José tuvo que huir tirándose al mar cuando vinieron a por él y ni Ana ni nadie en el pueblo, volvió a verle nunca más.
El personaje principal, tanto de la película como de la novela homónima de Günter Grass es Oskar Matzerath al que dio vida el actor suizo, David Bennett que tenía 11 años cuando la rodó y padecía un problema de crecimiento. Su interpretación resulta fascinante. Me admiran sobre todas las secuencias en las que explora su sexualidad pero también en las que demuestra una inteligencia que roza casi la maldad como por ejemplo durante la muerte de su padre, Alfred.
El personaje de Oskar es complejo al máximo y aunque en la película, el director Volker Schlondorff lo suaviza dándole un aspecto más de Peter-Pan resabiado que otra cosa, en la novela, el pequeño Oskar Matzerath es la caricatura de un outsider vocacional desde antes de nacer. Se cree muy especial, se cree poderoso y orgulloso pero en realidad su única y máxima gesta consiste en conseguir una apariencia física que lo distinga del resto de la humanidad y bueno, ¿esto a qué otro bajito os recuerda?
Günter Grass, es uno de los mejores escritores del SXX, eso nadie lo discute y esta novela “autobiográfica” fue un éxito desde que se publicó en 1959. 20 años después se llevó el Premio Nobel de literatura y el año pasado la sociedad germánica se llevó las manos a la cabeza (incluso pensaron en retirarle el premio) cuando un ya viejito abuelo Günter, admitió haber pertenecido al brazo de combate de las Schtzstaffel, la temible unidad paramiliatar a la ordenes de Himmler. Esta noticia bomba que revolucionó hace tan sólo unos meses el mundo de la literatura quedó finalmente en agua de borrajas y tan sólo ha servido para que la biografía de Günter Grass recientemente publicada se venda como rosquillas.
Es raro que nadie viera ciertas similitudes al nazismo cuando salió la película, menos aún con el libro. Sin embargo no voy a ser yo quien juzgue al pobrecito Gunter porque también es verdad que siendo una obra casi autobiográfica, Oskar “se vio obligado a pasar por el aro” sirviendo como “bufón entertaiment” a los soldados alemanes durante las 2ª Guerra Mundial. La similitud es que el escritor “se vio obligado” a pegar tiros con las S. S, no es que sea lo mismo ¿no?
Dejo para el final el personaje de Bebra a quien se le trata con absoluta elegancia y dulzura al contrario que al resto de personajes adultos. Bebra es quizás el único amigo que tiene Oskar, también es su mentor. Bebra, decidió dejar de crecer a los10 años. Liliputiense y payo oficial del imperio, realmente es el único que le comprende. Bebra era un acróbata enano que trabajaba llevando su espectáculo por todas las ciudades de Europa y que convence a Oskar de irse con el por un tiempo para entretener a los soldados.
El tambor de hojalata, trata otros muchos temas además de las propias historias protagonizadas por sus personajes. El horror de la guerra, la miseria, la locura pero por encima de todo habla de miedo. Un miedo que se puede afrontar como “un verdadero adulto” o a través de la imaginaria de un niño.
La película destaca fundamentalmente por la estructura de la historia escrita por Günter Grass pero el director, sabe darle y no debió de ser fácil el reflejo de ese universo grotesco donde lo real y lo fantástico se cruzan a través de una realización y montaje fantásticos. El director alemán Volker Schlöndorff nunca estuvo tan lúcido como cuando realizó esta película. Perteneciente a la nueva generación de cineastas alemanes surgidos en los 70, junto a Wim Wenders, Werner Herzog y Fassbinder, debutó con gran éxito en 1966 con El joven Törless.
Después del bombazo que supuso El tambor de hojalata (Die blechtrommel) se marchó a trabajar a Hollywood y a hacer cosas raras, adaptaciones literarias aburridas y películas que no ha visto nadie o casi nadie como Palmetto (1998)
Resulta difícil escribir una crítica sobre una obra maestra de la que se ha dicho si no todo, casi todo desde su estreno en Cannes en 1979, año en el que se llevó la Palma de oro a la mejor película y unos meses después el Oscar.
La película comienza con una secuencia increíble llena de fantasía pero también de crítica social hacia el momento histórico que se estaba viviendo en los albores de la 1ª Guerra Mundial; “la concepción de Agnes, la madre de Oskar”. Ana Bronski, la abuela de Oskar, era una joven y ruda campesina en un campo de patatas de tierra cachuba (Polonia).
Mientras tomaba un descanso para merendar conoció al pequeño pero fornido José Koljaiczek, quien escapaba de la policía y se salvó de ser capturado escondiéndose debajo de las faldas de Ana, las 4 faldas, con la que más tarde contrajo matrimonio. A Kokjaiczek lo perseguían por incendiario y debido a esto debió cambiar su nombre por José Wranka, nombre bajo el que vivió intachablemente desempeñándose como balsero y siendo excelente padre de familia hasta que tuvo un desenlace fatal al descubrirse su verdadera identidad. José tuvo que huir tirándose al mar cuando vinieron a por él y ni Ana ni nadie en el pueblo, volvió a verle nunca más.
El personaje principal, tanto de la película como de la novela homónima de Günter Grass es Oskar Matzerath al que dio vida el actor suizo, David Bennett que tenía 11 años cuando la rodó y padecía un problema de crecimiento. Su interpretación resulta fascinante. Me admiran sobre todas las secuencias en las que explora su sexualidad pero también en las que demuestra una inteligencia que roza casi la maldad como por ejemplo durante la muerte de su padre, Alfred.
El personaje de Oskar es complejo al máximo y aunque en la película, el director Volker Schlondorff lo suaviza dándole un aspecto más de Peter-Pan resabiado que otra cosa, en la novela, el pequeño Oskar Matzerath es la caricatura de un outsider vocacional desde antes de nacer. Se cree muy especial, se cree poderoso y orgulloso pero en realidad su única y máxima gesta consiste en conseguir una apariencia física que lo distinga del resto de la humanidad y bueno, ¿esto a qué otro bajito os recuerda?
Günter Grass, es uno de los mejores escritores del SXX, eso nadie lo discute y esta novela “autobiográfica” fue un éxito desde que se publicó en 1959. 20 años después se llevó el Premio Nobel de literatura y el año pasado la sociedad germánica se llevó las manos a la cabeza (incluso pensaron en retirarle el premio) cuando un ya viejito abuelo Günter, admitió haber pertenecido al brazo de combate de las Schtzstaffel, la temible unidad paramiliatar a la ordenes de Himmler. Esta noticia bomba que revolucionó hace tan sólo unos meses el mundo de la literatura quedó finalmente en agua de borrajas y tan sólo ha servido para que la biografía de Günter Grass recientemente publicada se venda como rosquillas.
Es raro que nadie viera ciertas similitudes al nazismo cuando salió la película, menos aún con el libro. Sin embargo no voy a ser yo quien juzgue al pobrecito Gunter porque también es verdad que siendo una obra casi autobiográfica, Oskar “se vio obligado a pasar por el aro” sirviendo como “bufón entertaiment” a los soldados alemanes durante las 2ª Guerra Mundial. La similitud es que el escritor “se vio obligado” a pegar tiros con las S. S, no es que sea lo mismo ¿no?
Dejo para el final el personaje de Bebra a quien se le trata con absoluta elegancia y dulzura al contrario que al resto de personajes adultos. Bebra es quizás el único amigo que tiene Oskar, también es su mentor. Bebra, decidió dejar de crecer a los10 años. Liliputiense y payo oficial del imperio, realmente es el único que le comprende. Bebra era un acróbata enano que trabajaba llevando su espectáculo por todas las ciudades de Europa y que convence a Oskar de irse con el por un tiempo para entretener a los soldados.
El tambor de hojalata, trata otros muchos temas además de las propias historias protagonizadas por sus personajes. El horror de la guerra, la miseria, la locura pero por encima de todo habla de miedo. Un miedo que se puede afrontar como “un verdadero adulto” o a través de la imaginaria de un niño.
La película destaca fundamentalmente por la estructura de la historia escrita por Günter Grass pero el director, sabe darle y no debió de ser fácil el reflejo de ese universo grotesco donde lo real y lo fantástico se cruzan a través de una realización y montaje fantásticos. El director alemán Volker Schlöndorff nunca estuvo tan lúcido como cuando realizó esta película. Perteneciente a la nueva generación de cineastas alemanes surgidos en los 70, junto a Wim Wenders, Werner Herzog y Fassbinder, debutó con gran éxito en 1966 con El joven Törless.
Después del bombazo que supuso El tambor de hojalata (Die blechtrommel) se marchó a trabajar a Hollywood y a hacer cosas raras, adaptaciones literarias aburridas y películas que no ha visto nadie o casi nadie como Palmetto (1998)
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