"El infierno está lleno de buenos sentimientos"Mon fils à moi (Mi hijo) Esta inquietante ópera prima de Martial Fougeron fue premiada ex aequo con la Concha de Oro a la mejor película este año ante la sorpresa de la mayor parte de la prensa que abucheó la decisión. A mí me gustó esta historia de "amores que matan" y cada vez entiendo menos a la crítica especializada que se desplaza a los festivales para aplaudir lo de siempre cerrándose ante nuevas formas de narración.
Al menos sí fue unánime el aplauso a Natalie Baye, premiada como mejor actriz en uno de los papeles más complejos y duros de su ya larga carrera.
Julien (estupendo Victor Sevaux) es un niño encantador en plena adolescencia pero también de extraña manera es un prisionero del amor. Su madre (Natalie Baye) desatendida por un marido aburrido e intelectual (Olivier Gourmet) lo quiere en exceso controlando cada uno de sus movimientos a menudo mediante un cruel abuso psicológico y físico.
Desesperado, Julien trata de abrirse camino buscándose una novia, refugiándose en su abuela y su hermana mayor, incluso en un intento desesperado llamando a la Policía con una amenaza de suicidio. Sin embargo, no hay nada más fuerte que el amor de una madre.
La película arranca con una casa acordonada por la policía de la que se llevan un cuerpo en camilla. No se ve quien está dentro, pero parece un cadáver. En la escena final, que es la misma, descubrimos que no se trata de un muerto sino tan sólo de un herido.
Martial Fougeron admitió en la rueda de prensa que rodó 2 finales pero que al final se decidió por este, menos trágico en principio pero abierto a que el terror continuase instalado en la familia.Este drama psicológico tiene como eje central a la madre, un personaje que en ningún momento es juzgado por el director, no está loca, tiene el aspecto de una mujer normal dirían sus vecinos sobre ella. Sin embargo, su vida burguesa es un completo fracaso y la mujer vuelca todas sus frustraciones en el hijo temiendo que crezca y se aleje también de ella.
El director, valientemente eligió contar la película desde el punto de vista de la madre así todo resulta más cortante porque en ningún momento se dan explicaciones de su comportamiento o mucho menos se explican las reacciones del resto de la familia.
Al menos sí fue unánime el aplauso a Natalie Baye, premiada como mejor actriz en uno de los papeles más complejos y duros de su ya larga carrera.
Julien (estupendo Victor Sevaux) es un niño encantador en plena adolescencia pero también de extraña manera es un prisionero del amor. Su madre (Natalie Baye) desatendida por un marido aburrido e intelectual (Olivier Gourmet) lo quiere en exceso controlando cada uno de sus movimientos a menudo mediante un cruel abuso psicológico y físico.
Desesperado, Julien trata de abrirse camino buscándose una novia, refugiándose en su abuela y su hermana mayor, incluso en un intento desesperado llamando a la Policía con una amenaza de suicidio. Sin embargo, no hay nada más fuerte que el amor de una madre.
La película arranca con una casa acordonada por la policía de la que se llevan un cuerpo en camilla. No se ve quien está dentro, pero parece un cadáver. En la escena final, que es la misma, descubrimos que no se trata de un muerto sino tan sólo de un herido.
Martial Fougeron admitió en la rueda de prensa que rodó 2 finales pero que al final se decidió por este, menos trágico en principio pero abierto a que el terror continuase instalado en la familia.Este drama psicológico tiene como eje central a la madre, un personaje que en ningún momento es juzgado por el director, no está loca, tiene el aspecto de una mujer normal dirían sus vecinos sobre ella. Sin embargo, su vida burguesa es un completo fracaso y la mujer vuelca todas sus frustraciones en el hijo temiendo que crezca y se aleje también de ella.
El director, valientemente eligió contar la película desde el punto de vista de la madre así todo resulta más cortante porque en ningún momento se dan explicaciones de su comportamiento o mucho menos se explican las reacciones del resto de la familia.
El espectador, deduce que algo dramático les ha ocurrido a los Marey pero ese no es el tema. La nulidad de la figura paterna (el reconocido actor belga Olivier Gourmet, en un papel sin ningún lucimiento), parece formar parte del mobiliario y no darse cuenta de lo que pasa en su propia casa, en el único momento en el que reacciona dándole un bofetón a su esposa se oyó un sonoro aplauso en el Kursaal. La cobardía de la hermana que aunque consciente de la situación no hace nada para poder evitarlo y huye ha terminado influyendo en el aislamiento del chaval.
El personaje de la abuela materna parece abrirse un poco a las esperanzas de libertad del chico pero su propia hija también le aleja. Intuimos ahí que algo ocurrió en la infancia de la madre pero eso sería también otra película.Julien, es un chaval diferente al resto de los chicos de su clase.
Los deseos maternos han acabado por convertirse en los suyos propios. Hasta en las pocas ocasiones en las que su madre no está presente reduce su contacto con los demás y se impone prohibiciones. Julien no tiene los deseos de un chico de su edad y termina encerrándose llorando en su cuarto, su propio mundo, no reacciona hasta el final cuando le puede el instinto de supervivencia.
Esta tensión en la última parte de la película incomoda al espectador consiguiendo reacciones nerviosas al estilo del polémico director Michael Haneke, incluso el personaje de la madre nos recuerda algunas de las actuaciones de Isabelle Huppert con él pero se agradece que el francés lleve la historia de manera más light.
Creo pensar que hay pocas madres así pero sí que podemos conocer casos de madres sobre protectoras, no malas, que no dejan crecer de forma natural a sus hijos coartando en muchos momentos sus libertades. La madre de esta historia en definitiva no quiere que su hijo se le escape porque a falta de un marido de verdad, Julien es el único hombre de su vida.
El personaje de la abuela materna parece abrirse un poco a las esperanzas de libertad del chico pero su propia hija también le aleja. Intuimos ahí que algo ocurrió en la infancia de la madre pero eso sería también otra película.Julien, es un chaval diferente al resto de los chicos de su clase.
Los deseos maternos han acabado por convertirse en los suyos propios. Hasta en las pocas ocasiones en las que su madre no está presente reduce su contacto con los demás y se impone prohibiciones. Julien no tiene los deseos de un chico de su edad y termina encerrándose llorando en su cuarto, su propio mundo, no reacciona hasta el final cuando le puede el instinto de supervivencia.
Esta tensión en la última parte de la película incomoda al espectador consiguiendo reacciones nerviosas al estilo del polémico director Michael Haneke, incluso el personaje de la madre nos recuerda algunas de las actuaciones de Isabelle Huppert con él pero se agradece que el francés lleve la historia de manera más light.
Creo pensar que hay pocas madres así pero sí que podemos conocer casos de madres sobre protectoras, no malas, que no dejan crecer de forma natural a sus hijos coartando en muchos momentos sus libertades. La madre de esta historia en definitiva no quiere que su hijo se le escape porque a falta de un marido de verdad, Julien es el único hombre de su vida.
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