Schwere jungs (una cuestión de peso) película de inauguración del 9 Festival de cine alemán de Madrid. Alfombra roja, en los cine Palafox (los más bonitos de Madrid, con permiso del Capitol) y una sala 1 llena de alemanes deseosos por escuchar hablar su idioma en la gran pantalla.
El cine alemán ha dado en los últimos tiempos grandes alegrías y premios internacionales, lastima entonces que se eligiera el peor título posible para la noche de inauguración.
Voy a ser un poco cruel para empezar, si los españoles contamos chistes del Lepe y los americanos de texanos ¿? Lo propio de los alemanes debe ser contar chistes de Bávaros. Esto me quedó claro al terminar de ver esta película ambientada en las Olimpiadas de invierno del año 52 cuando Alemania vuelve a competir después de la II Guerra Mundial.
El director, se llama Marcus H. Rosenmúller y parece que alcanzó un notable éxito con su ópera prima: Decisiones de ultratumba, también presente en el festival. Estamos ante una comedia boba, de esas de chiste fácil, caídas de gordos valores humanos en plan, que bonita es la amistad con risotada fácil incluida, sólo apta para el público germano asistente porque lo que es a mí, me dio vergüenza ajena. La acción, basada en hechos reales arranca en 1936.
A poca distancia de, Garmisch Partenkirchen donde se celebran los Juegos Olímpicos de invierno, unos niños juegan a emular a los deportistas montando en trineo mientras van escuchando los resultados por la radio. El equipo capitaneado por el niño malo del pueblo, Dorfler derrota contundentemente al niño bueno del pueblo, Gamser y así comienza una rivalidad que les convierte en enemigos de por vida. 16 años después, Alemania vuelve a competir en unos juegos y Gamser ve la posibilidad, por fin de revancha.
La verdad, es que no merece la pena que cuente mucho más. Está claro que no nos van demasiado las carreras de trineos por estos lares, profesionalmente se llama disciplina de bobsleigh, es lo único que aprendí y que la película no tendrá ventas ni ningún éxito fuera de su país de origen. Lo mejor, fue ver una sala con aforo de al menos para 400 personas, abarrotada y disfrutar una vez más de la amabilidad y gran profesionalidad de los trabajadores del cine. Bueno, la bolsa regalo con la que nos obsequió a todos los asistentes german-film también moló.
El cine alemán ha dado en los últimos tiempos grandes alegrías y premios internacionales, lastima entonces que se eligiera el peor título posible para la noche de inauguración.
Voy a ser un poco cruel para empezar, si los españoles contamos chistes del Lepe y los americanos de texanos ¿? Lo propio de los alemanes debe ser contar chistes de Bávaros. Esto me quedó claro al terminar de ver esta película ambientada en las Olimpiadas de invierno del año 52 cuando Alemania vuelve a competir después de la II Guerra Mundial.
El director, se llama Marcus H. Rosenmúller y parece que alcanzó un notable éxito con su ópera prima: Decisiones de ultratumba, también presente en el festival. Estamos ante una comedia boba, de esas de chiste fácil, caídas de gordos valores humanos en plan, que bonita es la amistad con risotada fácil incluida, sólo apta para el público germano asistente porque lo que es a mí, me dio vergüenza ajena. La acción, basada en hechos reales arranca en 1936.
A poca distancia de, Garmisch Partenkirchen donde se celebran los Juegos Olímpicos de invierno, unos niños juegan a emular a los deportistas montando en trineo mientras van escuchando los resultados por la radio. El equipo capitaneado por el niño malo del pueblo, Dorfler derrota contundentemente al niño bueno del pueblo, Gamser y así comienza una rivalidad que les convierte en enemigos de por vida. 16 años después, Alemania vuelve a competir en unos juegos y Gamser ve la posibilidad, por fin de revancha.
La verdad, es que no merece la pena que cuente mucho más. Está claro que no nos van demasiado las carreras de trineos por estos lares, profesionalmente se llama disciplina de bobsleigh, es lo único que aprendí y que la película no tendrá ventas ni ningún éxito fuera de su país de origen. Lo mejor, fue ver una sala con aforo de al menos para 400 personas, abarrotada y disfrutar una vez más de la amabilidad y gran profesionalidad de los trabajadores del cine. Bueno, la bolsa regalo con la que nos obsequió a todos los asistentes german-film también moló.
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